jueves, 31 de enero de 2013

"Exes"

Hacía un mes que tenía planificada esa salida, me iba a acompañar una ex enemiga íntima, con ella nos reíamos del pasado en el que estábamos en guerra  y nos dábamos la oportunidad de ser amigas: “habremos madurado” -me dije sola frente al espejo mientras me terminaba de borrar las ojeras.
Tocaba en un pequeño club de nuestro barrió una banda que había pertenecido al under y ahora sonaba en la radio, la expectativa latía en mi estómago: “va a estar lleno de gente” pensé, mientras desfilaban caras nubladas entre los trastos de mi actualidad.
  Nos encontramos en un punto estratégico,  yo estaba nerviosa aunque trataba de disimularlo, no por verla, ella exageraba su amabilidad, era obvio que ya no quería terminar con mi vida, cuidaba su actitud como si yo fuera uno de esos perros callejeros maltratados que huyen cuando uno intenta acariciarlos.
  La banda soporte era la de mi Ex, no cualquier Ex, el Ex con el que había convivido.  Él me había dejado claro que no quería verme en sus recitales porque tenía novia y mi presencia les incomodaba.  Trataba de que eso me dejara de importar,  la balanza se inclinaba a mi favor: estaba en mi territorio.
  Había algo más rondando por mi mente: No tenía dinero, nada, estaba seca. Mi ex enemiga íntima tampoco, o eso decía…algo me hacía sospechar que mentía. Creo que le divertía la idea de convertir la salida en una aventura, le seducía la idea de ser pobre como yo en esta situación y que nos hermanáramos en el triunfo o en el fracaso.
   Mi ex enemiga intima se llama Claudia, es colorada, tiene más pecas que piel, su pelo es eternamente joven con una colita de costado, su nariz respingada me obsesiona: me da ganas de ser un skater diminuto. Tiene  brazos y piernas fuertes,  podría convertir mis huesos en polvo de un solo golpe.
   Caminamos hasta la puerta del lugar, en un par de cuadras nos ametrallamos información importante que delineaba a grandes rasgos nuestras vidas.  La puerta del club estaba repleta de chicas y chicos jóvenes, lindos y rockeros, aunque seguro que también los había feos… la superficialidad de la noche se apodero de mí en un ¡ONE, TWO, THREE, FOUR!
  Sentada en el alfeizar de una ventana junto al club me estaba esforzando para no pensar en mi ex tácito y la influencia que podía ejercer en el lugar. Mi ex enemiga íntima no paraba de hablar, lograba concentrarme en su relato intermitentemente.  Después, tejíamos estrategias para poder pasar sin que yo tuviera que pedirle a la banda de mi ex tácito que nos dejaran entrar ¿Para qué?  Si la respuesta iba a ser  un “NO” rotundo.  Aquellos que habían sido mi familia durante cuatro años ahora caminaban por al lado y no me saludaban, pedirles que me dejaran entrar para que me dijeran que no de todas maneras no dejaba de atraerme, exponerlos a esa situación me regocijaba de placer en una fantasía en la cual ellos tenían alma y sentían culpa.
  Solo uno, uno que no pertenece a la banda, pero si al grupo de amigos, un ex conocido mío se me acerco. El vegano duro y kichnerista, vino a perder su tiempo, rajo cuando le avisaron que la primera banda iba a tocar.
    Seguro que a mi ex tácito le dijeron que yo estaba allí, me sentía observada y en desventaja.
  En la fila lo vi a Lucho, el primo de otro ex, el ex con el que mi familia quería que me casara, con el  me había portado muy mal y también con su primo Lucho, pero esa es otra historia. Pensaba que no se acordaba de mí, pero apenas me acerque para saludarlo (Quería ver cómo respondía, si, a veces experimento con las personas) me saludo por mi diminutivo, con una mezcla de seriedad y desconfianza ¡que cagada! –Pensé- Estos no se olvidan más de mí.
  Claudia traía otra energía, mucho más “up” que la mía, me dijo que fuéramos a intentar suerte con el guardia. Entonces, presencie una charla llena de incoherencias, chistes, coqueteos y negociaciones, le dije a Claudia que el guardia no iba a dar el brazo a torcer, así que decidimos ir para el lado de los bares a tomar una cerveza fría con gente despierta, eso si que es zona sur. . .
  Más allá de hacer evidente las miserias humanas y de los deseos frustrados, estaba casi relajada venía de una situación de estupefacientes, rock, futbol y sala de ensayo.
  Mientras  caminamos hacia los bares pasamos por una callecita como todas las de allí, los árboles hacían fila en las veredas y oscurecían aún más nuestro camino.  “Es un barrio tranquilo” pensé  “Es una oscuridad segura” –Seguí pensando- .
   No advertí  hasta que ya estábamos rodeadas a un grupo de chicos. Estos nos encararon: -Chicas ¿vamos al reci? –Nos dijo un hombre treintañero de lentes.  Mi ex enemiga íntima empezó a desplegar su caradures.  Decidimos ir todos juntos a la puerta a presionar al guardia, había que apurarse, la banda principal estaba por tocar. En el camino los conté, eran cinco chicos y nosotras. Pero voy a enfocarme solo en uno que se llama Luigi. No podía dejar de observarlo casi científicamente. Un amigo de Luigi me había dicho que él era como un personaje de caricatura, tenía razón. Tendría 25 años, era alto, desgarbado,  pelo claro con corte de chico bien, lentes con marco grueso, ojos claros, su postura era encorvada, bromeaba continuamente, tenía algo inocente:  una risa nerviosa y cara de intelectual pero a la vez estaba descontrolándose, todo esto me parecía sumamente atractivo.  Fumamos  marihuana y tomamos cerveza mientras llegábamos a destino…Mí ya nueva amiga me dijo: ¿Te das cuenta? Vienen un  par de flacos y nos cambian el rumbo. Para mí, no nos habían cambiado nada, la idea era entrar desde un principio. Al llegar a la puerta del lugar, el guardián del templo del rock nos dijo que juntáramos no sé cuánta plata y estábamos adentro.
  Al lado de la puerta había una pareja de hippies de 50 años, estaban como desinflados, yo los veía en blanco y negro. El tipo era flacucho, con barba marmolada por las canas, pelo engrasado peinado con raya al medio y colita de caballo baja. Su novia era gorda, tenía la cara llena de pozos, el pelo oscuro suelto y vestía de negro.  Se quejaban con las caras largas, me contaban que allí dejaban su dinero todos los fines de semana y ese día que no tenían  no los dejaban entrar.  Traté de convencer a los chicos de incluirlos en la negociación, comenzaron ignorándome para luego decirme sin rodeos que no.
  Avanzando por un pasillo hacia la música sin sacar una moneda de mí bolsillo escuché al hippie que me gritaba con un grito hippie: ¡¿Qué pasoooo?! Yo abrí los brazos enseñándole las palmas dándole a entender que  no podía hacer nada, mi conciencia me empezaba  a hacer un piquete, entonces dejé de avanzar.  Uno de los chicos me mintió a tiempo,  dijo que los iban a dejar entrar, que ya había hablado, le creí y seguí.
  Lo habíamos logrado, sonó we are the champions en mi cabeza. La miré a mi amiga y le dije: Lo logramos loca ¡estamos adentro! – que emoción que tenía, ella me respondía: Si gorda, que  contenta que estoy ¡Qué bueno que salimos juntas!- y yo me emocionaba cada vez más.
  Adentro el calor era insoportable, la gente transpiraba sobre sus uniformes roqueros, los tatuajes permanecían lustrosos, las musculosas se pegaban a los senos de las chicas, torsos desnudos con sus panzas cerveceras desvergonzadas iban y venían.   Nosotros éramos unos reyes, habíamos entrado para lo mejor; frescos, alcoholizados y drogados.
   Mientras estaba en la barra sentí que me tocaban el hombro, me di vuelta y me sorprendí profundamente al ver a un ex amigo que había perdido la cabeza enamorándose de mí, pero ya nada importaba, él había sido muy importante, yo siempre lo recordaba y lo extrañaba, estaba segura de que él también lo había superado todo y me recordaba con afecto. La charla que tuvimos fue concisa pero mágica, estábamos conectados y así, afectada por el cannabis, creía en el destino y me decía ¡que sabio es el tiempo!
  Me aleje de mi ex amigo para acercarme al escenario. Entró la banda y empezó a tocar sin saludarnos, la desfachatez del rock es tan estimulante.
  Hola rock ¿cómo estás? gracias, gracias por venir rock. Claudia estaba a mi lado, no lo podíamos creer, era todo genial. Las chicas subían al escenario acosaban al cantante, las bajaban. Los chicos subían al escenario cantaban las canciones junto al cantante, los  bajaban.  Otra vez subían chicas, las bajaban, subían chicos intentaban atrapar el micrófono cual sortija de carrusel, los bajaban.
  El bajista era dueño de una belleza épica, tenía una espada de cuatro cuerdas y usaba una remera como armadura sobre sus pectorales,  fijaba la mirada en la masa de gente con el entrecejo fruncido.  Yo flasheaba que subía al escenario como esas chicas lo estaban haciendo y agarraba el micrófono, como ellas lo estaban haciendo,  y pronunciaba una frase espontánea y estúpida que solo alguien que busca evidenciar su estado cachivachesco podría decir, algo así como: No soy un bajo, soy una bajita, pero tócame toda- y me reía de mi fantasía.
   La banda me sonaba tan bien que debí mirar a la gente para comprobar si mi sensibilidad  estaba agudizada por el efecto de la droga: Era real, estábamos todos recibiendo grandes dosis de placer. Entre las caras del público encontré a mi primer novio, el que me dejó por loca aún más loca.
  Observaba el movimiento de su cabeza y como modulaba tímidamente la letra de la canción, su cara ya no era la de un quinceañero,  la mía tampoco… ahí lo vi, me di cuenta de que allí estaban todos mis pasados, que mi vida estaba fragmentada,  pero el lugar geográfico y el rock nos habían unido a todos, éramos un rompecabezas viviente, tenía que esforzarme para ubicarme en el espacio temporal y no confundirme, ya no sabía qué era lo que me drogaba…

3 comentarios:

  1. Muy bueno el hilo conductor, no perdés la magia del relato ni por un momento y el título es ingenioso. Me gustó mucho!

    Sor Juana

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    1. Juana, mil gracias, lo hice en el taller de Maximiliano de la Puente.

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    2. Juana, mil gracias, lo hice en el taller de Maximiliano de la Puente.

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